martes, 30 de agosto de 2016

AL CREADOR, Benjamín Adolfo Araujo Mondragón

AL CREADOR


Tú Señor de los cielos,
que para entendernos
sufriste en la cruz,
padeciste tormentos,
humillaciones, traiciones,
no permitas que me separe
de ti; y de tus promesas
que son, sintetizando,
la Gloria infinita,
la eternidad.
Dame la fuerza en esta mano
y en la otra, en la cabeza,
en todo el cuerpo para
servir al prójimo y amarlo
sin importar su condición
o estado.
Dame la fuerza para ser
potente refugio de mis
hermanos, de quienes
me busquen; y dame
la fragilidad suficiente
para saber llorar con ellos
si es necesario, o para
darle el aliento y el optimismo
suficiente para hacerles
sonreír frente a todas
las adversidades.
Quiero ser piedra y fortaleza,
refugio y amparo, oídos atentos
y voz sabia y consciente para
dar lo que el prójimo necesita
sea quien sea, incluyendo
a mis enemigos, si los tengo;
y si no los hubiere dame fuerza
para soportar ser bendito por ti
por ser diferente sin envanecerme
ni crear envidias, ni recelos
por los siglos de los siglos, Amén...los
Amén.

HÉCTOR O LA AMARGURA DEL VIAJE..., Benjamín Adolfo Araujo Mondragón

HÉCTOR O LA AMARGURA
DEL VIAJE…

... los caballos
haciendo resonar los carros vacíos por los caminos de la guerra.
en duelo de sus conductores sin reproche. Ellos sobre la tierra
yacían, de los buitres más queridos que de sus esposas.
La Ilíada…


Amargura sin fin, en ese viaje eterno,
Héctor arrastra su tristeza en el polvo
la inmortalidad consoladora no existía
mientras Zeus promueve violencia y
más violencia entre los hombres.
Helena mientras tanto, teje y teje
como si la esperanza fuera telar
humano y se pudiera tejer como
una araña lo hace para que caiga
su presa; mientras Príamo sufre
asimismo por la fuerza del poder
de Aquiles, que le ha matado ya
a varios hijos y amenaza con que
Héctor no vuelva nunca más a
gozar con la paz de su casa…
El hombre, incapaz de sentir
su miseria, se doblega al dolor
y jura doblegar a los otros;
eso ocurría con Aquiles, víctima
también de Zeus que doblegó
a Príamo, su padre, y doblegará
a Héctor, como lo hizo con sus
hermanos, víctimas del santo
destino de dolor y de sangre.
Humillación tras humillación,
la fuerza por la fuerza, Agamenón
arrebató a Aquiles su amor, su
mujer, su amada y le humilló
por la fuerza como una ley
implacable, inamovible,
que hace imposible la paz
y el sosiego y las vidas en
calma, en sosiego y amor.
Pareciera una ley inmóvil
caída de los cielos:
la violencia se aferra a los
hombres, los abraza y degüella
para que sólo exista una ley:
la de la fuerza del hombre
sobre el hombre…
Helena teje y teje, como araña
que cose una mentira, espera
lo que no llegará, espera y sueña;
crea un cielo de amor, de paz
y de futuro, que le ha sido negado
por los dioses: no lo sabe y teje,
teje, teje, sin saber que Atenea
goza a su hombre, por engaños
de Aquiles; que se solaza en
una venganza eterna contra todo
que es un modo de vengar la nada.