lunes, 23 de noviembre de 2015

¿CÓMO SE LLAMABA?, Relato de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón

¿CÓMO SE LLAMABA?
Relato de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón
"¿Que diferencia hay entre la hartanza y el estres?", me dijo; y agregó "realmente ninguna; son lo mismo". La escuché, medité y callé mientras ella interponía un largo discurso para convencerme de su aseveración. Mientra le escuchaba yo rumiaba ("No es cierto, de ninguna manera es lo mismo"). Pero sólo lo pensaba. No se lo decía, porque ella con tan larga lista de argumentos no me dejaba hablar prácticamente. 
Ciertamente yo ya le había comentado a mi interlocutora virtual que me encontraba yo en la hartanza de tanta falsedad en internet, tanta palabrería insulsa, vacía, sólo visible para adorno, meras charlas cosméticas, sin contenido. Fue el momento justo en que ella conectó "hartanza" con "estrés", para considerar su gemelidad.
Eso había sido así desde siempre. Hacía ya largos seis meses que, día con día, incluídos sábados y domingos, nos poníamos al habla con tanta fluidez que desperté las sospechas de mi amada mujer -cuarenta años ya de matrimonio-; hasta que lograba convencerla de la verdad: entre "ella" y yo no había nada, absolutamente nada, excepto claro la comunicación internacional.
Pero ¿cómo, le decía yo a mi dama, va a haber algo entre los dos si ella vive en otro continente y yo aquí, sin planes ni posibilidades de embarcar a sitio alguno? Sólo de ese modo calmaba yo a María.
El día del largo monólogo de "ella" conmigo sobre la naturaleza uniforme entre la hartanza y el estrés, decidí nunca más hablarlé; era inútil y era una gran pérdida de tiempo.
Era, lo supe hasta ese momento: un ejemplo claro de lo que me hartaba en el aparato ordenador...
...por cierto, hasta ese momento caí en la cuenta de que pese a haber pasado ya largos seis meses, nunca nos habíamos preguntado nuestros nombres... 

viernes, 13 de noviembre de 2015

GERIÁTRICO, Benjamín Adolfo Araujo Mondragón

G E R I Á T R I C O


Miro radiantes lujos de luz, destellos mañaneros. Alcanzo a demostrarte mi amor con mi respiración y la mirada. Noto que has despertado y que no sabes dónde estamos ni por qué perecemos. Apenas ayer todo era placer y novedad; hoy todo ha terminado...
La rueda del tiempo viene y se va; todo ha pasado. En mi recuerdo estás como si fuera ayer. Ya son tres años. Te fuiste sin saber cómo ni por qué. Bien que recuerdo los radiantes lujos de luz, en los destellos mañaneros de aquél fatídico día. Nunca lo olvidaré. Mi salvación fue no caer en la desesperación. Tú, en cambio, te dejaste arrastrar por la desesperanza...
Hoy ya nada recuerdo. Aquí en en el albergue geriátrico, todo va en paz. Mañana será otro día. Espero enamorarme.


Benjamín Adolfo Araujo Mondragón

martes, 10 de noviembre de 2015

ENTRE EL SUEÑO Y LA VIGILIA, Benjamín Adolfo Araujo Mondragón

Uno nunca sabe
y si no pregunta,
menos...cuando 
lo hacemos si
podemos dar uno
o dos pasos firmes.
De lo contrario,
siempre, siempre,
siempre fallaremos.
UNO
Atendamos las voces
que se propalan desde
nuestras conciencias;
no hagamos oídos sordos
de los rumores de nuestra
cabeza y nuestros sueños
por molestos que puedan
parecer a nuestra lógica
de seres en vigilia...
DOS
Es el sueño, cuna de poetas,
es el sueño profecía amorosa;
es el sueño solución a preguntas
indiscretas que en la vigilia
nunca nos haríamos. Es el sueño:
altar de profecías inusitadas...
TRES
Soñemos, soñemos, soñemos,
con frecuencia e impulsos de
profetas y digamos al mundo
lo que el sueño nos comunica:
¡No importa que locos nos digan!

martes, 3 de noviembre de 2015

EXPERIMENTAR, Benjamín Adolfo Araujo Mondragón

E X P E R I M E N T A R

Experimentar, oler, tocar...
Ver que la vida es real.
Saber que la experiencia
te domina y te enseña:
contar con los dedos
de la mano a los amigos;
saber distinguir a amigos
de enemigos...velados...
que suelen aparentar
que son lo que nunca
han sido, ni serán.

Tomar de la mano a la
ignorancia propia y de
paso mostrar que poco
muy poco, en realidad,
sabemos y entendemos.

Un acto de humildad no
nos hará daño, nunca ni
nos ofenderá vernos tal
cual desnudos en la copa
de un árbol, animales al
fin, sólo eso: natura vil
pero dispuestos a saber,
a entender, a conocer.

Muy poco vemos de esos
gestos en uno, pocos muy
pocos; somos ajenos a la
verdadera humildad pues
nos creemos dioses o un 
poco menos; menos mucho
menos somos; ni por asomo
cercanos a la Divinidad.

Seamos francos, sencillos
y eficaces en el don de
dibujarnos con verdaderos
rostros espirituales; y por
favor, abominemos de toda
falsedad que pretenda
mostrarnos de otro modo...

Experimentemos a tener
cara propia, quitemos de
nuestros rostros la máscara
y veremos un rostro tal
cual somos; y nos entenderemos.