viernes, 23 de agosto de 2013

MIRADAS, Benjamín Adolfo Araujo Mondragón

Miradas
A veces, muy de vez en cuando
miro tus ojos resplandecer;
son tus alegrías como luceros
que confirman luz a mi alma
y esperanzas al futuro.
Pero cuando miras,
con los ojos de siempre
ojos de tristeza o amargura
y displacer, prefiero callar
y morir lentamente pues
no hay nada en mi alma
para imaginar o creer…

Miro tu mirada, tus ojos azules
que ven con resplandor
a los míos, y les comunican
vida y esperanza, ganas
de ser, de amar, de sufrir,
de caminar, de estar,
de ser y de soñar…

Mírame bien, con calma,
mírame con el alma,
date cuenta que mi espíritu te quiere,
que te adora y que te añora desde siempre;
mírame con el corazón en la mano,
mírame con el corazón en los ojos:
¡Mírame! ¡Mírame! Mía serás…

martes, 20 de agosto de 2013

BOSQUE MÓRBIDO, Benjamín Adolfo Araujo Mondragón

BOSQUE MÓRBIDO
Un viento que no es de este mundo
Recorre el bosque de robles,
Cuyas mórbidas ramas se ahogan
En una maraña de delirante muérdago,
Porque éstos son los poderes de las tinieblas, que perviven
En las tumbas de la raza perdida de los Druidas.
H. P. Lovecraft
En el sueño todo es válido;
válidos los vapores, los balidos de las vacas,
los mujidos de un tren o un autobús,
los zumbidos de abejas, otra vez los vapores
del sueño, de la somnolencia, de los barcos
de viaje a ningún lado…o a todos lados
de bruces, o de frente, de espaldas, de cabeza,
de picada, de improviso, de caída mortal o
pecaminosa; con maña o con fuerza
todo es posible en el sueño.

Los sueños que no se apropian se exportan,
o se impelen, se expropian, se repatrian,
caminan al vacío o a la nada inmensa
al infinito; al mundo de los sueños:
Alicia en mis sueños, mi patria redimida
por las caricaturas de mis lecturas tempranas
o indecentes, un poco más tarde, no mucho,
sólo un poco: mis sueños prohibidos,
sabrosos, picantes, pecadores;
no lo que se imaginan, lectores cerdos,
esos, esos son sus propios sueños,
no los míos…mis sueños prohibidos
son a colores, technicolor, pantallas
luminosas, amplias, plenas, sin restricciones
ni excusas, sin premisas, ni conclusiones,
llenos de inmensas perversiones,
sin cálculo, ni bardas, ni excusas,
ni mañanas, todo en un hoy infinito:
como todo en un primer plano,
todo bello, sabroso, prohibido
pero apetitoso, carnal, sexual,
como en la plenitud como orgasmo celestial…

En mis sueños, una mórbida rama
me atrapa, me asfixia: son mis culpas
cristianas, mis cristianas culpas
que nunca me dejaron respirar
las que me provocaron, en mi infancia,
enfermedades respiratorias,
bronquitis asmático, y esas experiencias
caóticas infames pero siempre culposas.
Oh esas ramas mórbidas creciendo
en torno de mi infancia,
de mi infantil cuna, cama,
de mis campamentos infantiles,
como después de una opípara cena,
antes del dolor de estómago
y el vómito, con culpa por pecar
contra los malsanos apetitos
carnales: empezando por la gula.

No era sólo un árbol, un bosque de culpas
en pañales, culpas en crecimiento,
en desarrollo, culpas infantiles,
luego culpas genitales,
culpas pre-adolescentes,
culpas sin par, sin límite,
culpas as, el as de todas las culpas:
la culpa por lo desconocido:
el conocimiento como culpa;
la sabiduría como pecado;
la ignorancia como virtud
en un mundo de ignorantes
los virtuosos son ciegos;
espirituales sólo espíritu sin carne.

¡Váyanse mucho a la chingada,
pesadillas de mierda; no me culpen!
Déjenme solo con mi cuerpo un rato;
dobléguense a mis sueños insensatos
permítanme que la libertad flote y me haga flotar
ya no hay averno; no por el momento,
no cuando menos aquí, ni en este momento.
Párense delante del pecado y confiesen
sus imposibilidades, sus impotencias
y dejen desfilar a las impacientes
ovejas de las potencias inflamadas de gozo
ya sin culpa; que se reproduzcan que crezcan
y que se vayan al infinito de la creación
al cosmos al que pertenecen:
¡Sean libres por siempre! ¡Crezcan!
¡Sean! Diviértanse y dejen que todos
vayan a la patria de la libertad personal.

¡Ya despierten! Despierten:
¿En qué estábamos…?

sábado, 17 de agosto de 2013

AL CREADOR, Benjamín A. Araujo Mondragón

AL CREADOR
Tú Señor de los cielos,
que para entendernos
sufriste en la cruz,
padeciste tormentos,
humillaciones, traiciones,
no permitas que me separe
de ti; y de tus promesas
que son, sintetizando,
la Gloria infinita,
la eternidad.
Dame la fuerza en esta mano
y en la otra, en la cabeza,
en todo el cuerpo para
servir al prójimo y amarlo
sin importar su condición
o estado.
Dame la fuerza para ser
potente refugio de mis
hermanos, de quienes
me busquen; y dame
la fragilidad suficiente
para saber llorar con ellos
si es necesario, o para
darle el aliento y el optimismo
suficiente para hacerles
sonreír frente a todas
las adversidades.
Quiero ser piedra y fortaleza,
refugio y amparo, oídos atentos
y voz sabia y consciente para
dar lo que el prójimo necesita
sea quien sea, incluyendo
a mis enemigos, si los tengo;
y si no los hubiere dame fuerza
para soportar ser bendito por ti
por ser diferente sin envanecerme
ni crear enviadas, ni recelos
por los siglos de los siglos
Amén.

jueves, 8 de agosto de 2013

HIEDRA, Benjamín Adolfo Araujo Mondragón

HIEDRA
La vida es una enredadera,
se sube y se baja en las escaleras
de nuestras venas que circundan
por todo el organismo; caminamos,
botamos, salpicamos de gozo
y asimismo de espanto, de terror
y de miedo; sabemos que este camino
no es sencillo es una hiedra que se mueve,
camina, avanza, crece, crece y crece…

Todos tenemos un destino que desconocemos,
por buena suerte no lo conocemos, porque
si lo supiéramos estaríamos impávidos y yertos;
pero avanzamos también como la hiedra
que se ha apoderado de nosotros desde
nuestro nacimiento; y desde ese momento
no para, mueve su dorso, avanza sin descanso
y finalmente llegará un momento en que pare…
pare, irremediablemente, en el día destinado
a nuestro final: la muerte, así de simple
cuando todo se acabe y finalice: muerte…

Pero no nos detengamos en el entretanto,
avancemos con tiento y sin remilgos;
veamos con la mejor sonrisa el mundo
que nos rodea, sin importar que repugne
a nuestra vista, y a nuestros sentidos;
sonriamos, pese a todo, porque esa clave
es la fuerza que nos sostendrá colgados
de esta inmensa rama que es la vida.
Y de la que pendemos, junto con los demás
semejantes nuestros en este diluvio de estrellas
que es la enredadera, la hiedra infinita
de nuestros gozos, placeres y amarguras.

Hiedra que nos dominas sin saber bien a bien
por qué, ni para qué; pero más vale que le pongamos
un signo y un destino. Porque de lo contrario
todo habrá sido en vano en esta enredadera,
hiedra sofisticada que nace, crece, se desarrolla
y muere, para matarnos con ella mientras fuimos.